La Cuesta Barriga, el Patio 29 y Colonia Dignidad son algunos de los sitios vinculados a casos de Derechos Humanos, en los que Iván Cáceres, arqueólogo y egresado de la U. de Chile, ha trabajado en la búsqueda de la verdad en nuestro país. Una fosa al interior de este enclave ubicado en la Región del Maule, donde habrían quemado los cuerpos de un grupo de prisioneros políticos durante la dictadura militar, fue el último hallazgo del experto, que confía en que las nuevas técnicas de identificación de ADN en sedimentos, permitirían obtener información sobre los detenidos desaparecidos cuyo rastro se perdió en el enclave alemán.

Origen: Iván Cáceres, el Hijo de Bello que investiga en Colonia Dignidad

Egresó de la carrera de Arqueología de la U. de Chile en los ochenta. Las circunstancias lo llevaron a la excavación de sitios vinculados a casos de Derechos Humanos producidos en la dictadura de Augusto Pinochet, y ya lleva más de tres décadas en esto. Hace pocos días el nombre de Iván Cáceres volvió a saltar a la palestra luego de que se difundiera el hallazgo de una fosa en que miembros de la Colonia Dignidad, habrían quemado los cuerpos de un grupo de presos políticos, cuyo rastro se perdió luego de que esas mismas cenizas fueran lanzadas a un río cercano.

Pero no era la primera vez que Cáceres había trabajado como perito en el lugar: ya lo había hecho en 2005, 2006 y 2009. «Cuando se reactivó lo de Colonia Dignidad, ahora con el ministro Mario Carroza, volvieron a nombrarme perito, así que formamos un equipo e hicimos seis campañas de terreno entre septiembre de 2017 y mayo de 2018″, afirmó el arqueólogo egresado de la Casa de Bello.

Siguiendo las pistas dadas por los testigos y los datos entregados en la causa, el equipo liderado por Cáceres se puso al servicio de la investigación que lleva adelante el ministro en visita. «En los años 2005 y 2006, los testigos señalaron que en determinado lugar de la Colonia se habían quemado los cuerpos que habían sacado de las fosas, cuando fue la operación ‘Retiro de Televisores’ el año 1978, principios de 1979. Ese lugar estaba ubicado desde esos años, y ahora el ministro Mario Carroza decidió investigarlo. Hablamos nuevamente con un testigo, y señaló un área, nosotros teníamos que buscar el lugar exacto que fuese compatible con una quema, y lo encontramos», detalló Cáceres.

Además de encontrar dicha área, que es efectivamente un área donde habían evidencias de carbono y cenizas, el dato que entregó el testigo, y los datos que se entregaron en la causa, «pudimos conocer que ellos sacaron los cuerpos, los quemaron en una parrilla en ese lugar, recogieron las cenizas con palas, las tiraron a un camión y las botaron al río Perquelauquén, que es el que está más cercano, el que delimita la Colonia y limita con la Región de Ñuble», relató el experto, agregando que luego además encontraron una de las diez fosas que se presumen existentes. «Los lugares donde ellos excavaron para depositar los cuerpos y después para sacarlos están muy intervenidos. Entonces, encontrar esas fosas, no es fácil. Hemos hecho trabajo de topografía, de interpretación de fotos aéreas y hemos encontrado mínimas evidencias, pero que de todas maneras documentan lo que dicen los testigos», prosiguió Cáceres.

¿Qué relevancia tiene en términos judiciales el haber encontrado esta área de quema?

Con esto se van confirmando muchos de los dichos. La relevancia, yo diría, es que vamos estableciendo que es difícil encontrar los cuerpos de los desaparecidos, porque se evidencia que los quemaron, y que los hicieron dos veces desaparecer. Por un lado, al no entregárselos a los familiares, y por otro lado, al recoger las cenizas y botarlas. Lo particular de este caso es que aquí la operación «Retiro de Televisores», la exhumación ilegal, la hacen los alemanes. En todo Chile la hicieron los militares o los Carabineros, la represión. En este caso concreto la hacen los propios colonos, la jerarquía de la Colonia.

¿Cómo fue el trabajo que hicieron para llegar a las fosas?

Nosotros por nuestra formación antropológica y arqueológica, tenemos que ir viendo y contrastando la información que nos entregan. Los testigos en una parte entregan una información, en otra, entregan otra, y uno dice ‘bueno, qué tan cierto es todo lo que están diciendo’. O da la impresión de que saben mucho y entregan poco. Pero eso hay que documentarlo. Y este trabajo ha sido muy lento. Por ejemplo, ellos dicen que anduvieron buscando una de las fosas en un determinado lugar, y nosotros excavamos esos lugares, y no hay ninguna evidencia de lo que andábamos buscando. Tú desde el punto de vista arqueológico te das cuenta que no anduvieron buscando porque no hay evidencia. Así es. Toda esa información que está disponible hay que ir cotejándola. Y para eso estamos los arqueólogos.

Y después de todos estos años de trabajo en la Colonia, ¿crees que es posible ir más allá y alcanzar algún nivel de verdad?

Creo que es muy difícil de avanzar. Hay mucha información que se sabe y que no se entrega no más. El área donde nosotros hemos estado trabajando tiene una extensión de 15 mil hectáreas más o menos, y el área exactamente donde ellos dicen que depositaron los cuerpos, donde hacen las fosas para la ejecución, es de aproximadamente 3 o 4 kilómetros al lado de un camino. Hacer excavaciones en esa extensión es infinito. Las excavaciones que uno hace siempre son bastante acotadas. Nosotros hemos con suerte hecho un 5 por ciento del área que ellos dicen.

¿Van a seguir trabajando en el lugar?

En determinados lugares sí: en el área de quema y el área asociada, y en algunos lugares que nos quedaron pendientes. No es mucha la evidencia, pero nuestro punto de vista es el siguiente: si el testigo decía que en determinado lugar había una fosa, nosotros teníamos que intervenir. Si el testigo decía que en un área próxima podría haber una tumba, nosotros no podíamos descartarla por muy ilógico que nos pareciera. Teníamos que intervenirla porque era la información del testigo. Ahora, respecto a la información entregada, o ellos no se acuerdan o dan información a propósito equivocada, eso lo tendrá que ponderar el ministro. Pero hay lugares en que dijeron que había y no había. En la Colonia misma todos los datos apuntan a que los cuerpos fueron sacados, quemados y tirados al río.

Bajo esta hipótesis, ¿ahí ya no se podría encontrar nada?

No, pero como se ha dicho, una posibilidad es buscar la fosa donde permanecieron los cuerpos y ver si en un futuro no muy lejano se puede sacar ADN de los sedimentos. Eso está en una etapa muy experimental, todavía no tiene una validez jurídica. Se tiene que probar científicamente, pero estas cosas avanzan muy rápido. Han pasado 40 años, el ADN se degrada pero en España después de 40 y 50 años, siguen buscando y han encontrado fosas de la Guerra Civil Española, no veo por qué nosotros en Chile en cinco o diez años más no podamos avanzar en otras tecnologías que nos puedan ayudar. Posibilidades hay muchas y hay mucha información que no se ha entregado.

Arqueología y Derechos Humanos

«Llevo unos 30 años dedicándome a esto, entre otras cosas», dice Iván Cáceres refiriéndose a su trabajo como arqueólogo en diversas causas de derechos humanos. Desde que ingresó a estudiar Arqueología en la Universidad de Chile, siempre lo interesó la Zona Central. «Yo soy de Tagua-Tagua, y lo que encontramos en el Valle Central generalmente son cementerios». Y así fue, justamente, como empezó su labor profesional.

«Sin querer, fui teniendo cierta especialidad en la excavación de cementerios. Y cuando la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos solicitó al Colegio de Antropólogos  tener un grupo que le diera confianza, porque el Servicio Médico Legal de la época no se le daba, se formó el grupo de Antropología Forensa al cual yo fui invitado, me quedé y empezamos a hacer pericias y nos fuimos especializando. Eso fue el ’88 más o menos». La Cuesta Barriga, el Patio 29 y Colonia Dignidad, han sido parte de los sitios emblemáticos en que Cáceres ha excavado.

¿En qué se distingue la labor de un arqueólogo en este campo frente a otros profesionales?

Hay detalles mínimos pero muy importantes. Por ejemplo, para nosotros es demasiado obvio que frente a un esqueleto tenemos que tener toda la evidencia y después retirarla por unidades anatómicas, hacer un dibujo, llevar un registro fotográfico detallado, alinear toda la tierra, etc. Frecuentemente vemos que otros especialistas van encontrando los materiales y los van sacando en la medida que van apareciendo, son aspectos más científicos. Y muchas veces uno dice, ‘¿lo están haciendo mal a propósito o es porque no saben?’. También están los objetivos de la investigación, y que uno tiene que entregar un trabajo profesional. Siempre le decimos a los jueces que la excavación no se vuelve a repetir. Tú lo haces mal una vez y lo hiciste mal no más. Los esqueletos los puedes revisar muchas veces en laboratorios, pero la excavación es una y es irrepetible, así que hay que hacerla bien. Y muchos abogados de Derechos Humanos han entendido que los arqueólogos tenemos una experiencia que hay que valorar, que ha dado resultados y que lo hemos hecho bien en general.

¿Y cómo se ha desarrollado el arqueólogo en esta búsqueda de verdad?

Ha sido una labor silenciosa. Cuando me puse a trabajar en esto, los médicos del Servicio Médico Legal (SML), no querían saber nada de los arqueólogos. Este no era un trabajo para arqueólogos, porque como se trataba de gente fallecida, ellos pensaban inmediatamente era un tema médico legista. Entonces, nos cerraron las puertas y nos trataron mal a los arqueólogos en los inicios, en los años ochenta y principios de los noventa. Nosotros lentamente dimos a entender que esta disciplina sí tenía algo que decir, que era bastante, y prueba de ello es que ahora en todos los servicios, Carabineros, Policía de Investigaciones, SML, hay antropólogos y arqueólogos. Nosotros no tenemos que disputarle nada a nadie. En este tema hay que sumar más que restar, y los arqueólogos podemos decir algo y lo hemos dicho con bastante responsabilidad. Tenemos reconocimiento de los abogados y de los familiares. Hemos dado una pelea que ha sido a veces dura y a veces incómoda, pero la hemos ido ganando lentamente, y en este tema los arqueólogos son necesarios.

¿Qué casos podrías destacar en que la labor de los arqueólogos ha sido una pieza clave para aportar a los procesos de justicia?

En el caso del Patio 29 fuimos los antropólogos los que dijimos que se estaban entregando identidades equivocadas. Primero, nosotros cavamos responsablemente cada uno de esos 126 esqueletos. Después los analizamos a cada uno de ellos, y cuando se empezaron a entregar las identidades, fuimos los arqueólogos y los antropólogos los que dijimos muchos años antes que se diera a conocer, que se estaban entregando identidades equivocadas. Al principio no nos tomaron en cuenta, pero el peso de la prueba, los errores manifiestos, demostraron que nosotros teníamos la razón, y hubo que volver a hacer el análisis. Esa fue una prueba de que nuestro trabajo era serio y responsable, y así muchos otros casos.

A futuro, ¿qué cabida tiene esta rama de la arqueología en Chile?

Este ámbito es poco conocido incluso entre los propios arqueólogos. Yo creo que falta que se entregue esta formación en la malla curricular de las universidades. Ahora lo que hay es más bien antropología física, antropología biológica, y cuando se habla de antropología forense, es un barniz. Y en esta área, los arqueólogos hemos dado muestras que podemos hacer contribuciones importantes. La academia debería enfrentar este tema más seriamente, esta es una arqueología que tiene validez, que tiene sus preguntas, que hace investigación seria y que debiese entrar a las universidades, y más allá de los ramos generales de arqueología forense, debiese también haber formación en arqueología y derechos humanos, arqueología y violencia política.

Texto: Francisca Siebert
Fotografías: Iván Cáceres
UChile

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